La imponente
edificación, suerte de fortaleza sobre una cumbre, que los bolivarenses
conocieron hasta avanzado el siglo veinte como “El Capitolio” fue proyectado en
el siglo diecinueve por iniciativa del
Gobierno de Juan Bautista Dalla Costa como el Hospital San Juan de la Cruz.
La
obra ejecutada por el ingeniero polaco Alberto Lutowski quedó inconclusa al
morir éste de fiebre amarilla en febrero de 1871. Pero en 1892 el Presidente del Estado Julio Sarría
Hurtado aceleró su terminación para que en la misma se alojaran las tropas
enviadas desde Caracas para combatir la sublevación del Mocho Hernández desde
la región del Yuruary.
Desde
entonces quedó como Cuartel Nacional con el nombre de Capitolio por estar la
fortaleza en una colina semejante a la romana.
En 1958 el Cuartel Nacional construyó sus instalaciones propias fuera de
la ciudad y el Capitolio aún con sus recias garitas en cada ángulo de la
azotea, fue destinado a la
Prefectura y Comandancia General de Policía que venía
funcionando al lado de la
Cárcel Vieja. Para
ello fue necesaria una construcción anexa a El Capitolio.
Dado
el programa de protección y revitalización del Casco Histórico de la ciudad, el
Gobierno Regional conjuntamente con el Instituto de Cooperación Iberoamericano,
hicieron aportes para la restauración del edificio a objeto de destinarlo a un
Centro de las Artes, convirtiendo el anexo en un teatro, por cierto semejante
al de Bogotá, según el proyecto elaborado por el arquitecto Benítez.
De
manera que el Capitolio, aunque en principio se concibió como Hospital, su
destino histórico fue siempre el de fortaleza para protección y defensa de la
ciudad. Edificado con la técnica y estilo característico del siglo diecinueve,
se conservó hasta 1980 con muy escasas intervenciones y tradicionalmente los
bolivarenses lo veneran como una joya de valor arquitectónico e histórico que
ha debido conservarse y revitalizarse dentro de los cánones universalmente
establecidos para la conservación de los monumentos públicos.
La intervención de que ha sido
objeto últimamente El Capitolio en función de un Centro de las Artes, adosado a
él un Teatro del proyectista Oscar Tenreiro, malogra gran parte la fisonomía
característica de ese inmueble. Al parecer el arquitecto se asesoró mal o su
intervención se basa en una investigación socio-histórica bastante pobre.
Aunque hay quienes sostienen como la doctora en antropología María Eugenia
Villalón, ex presidenta de la
Asociación de Vecino del Casco Histórico, que allí lo que
está ocurriendo no es problema de ignorancia histórica sino la imposición de un
nuevo lenguaje o ensayos modernistas que propugnan el mestizaje arquitectónico.
Situación bastante penosa, toda vez
que la revitalización de Casco Histórico, lo cual ha costado sudor y lágrimas a
los bolivarenses, se inició bajo los criterios conservacionistas adoptados en
los centros históricos de otras ciudades hispanoamericanas. Haberlo violentado
es realmente una desgracia.
Ciudad
Bolívar que fue una de las primeras ciudades de Venezuela que tuvo un Teatro
–el Teatro Bolívar- por donde pasaron
grupos artísticos culturales importantes de Europa, en un tiempo en que
se desconocía la abundante riqueza del petróleo que se despilfarra hoy, no
tiene ahora Teatro porque el legendario Teatro Bolívar fue demolido en 1930
para levantar uno más avenido a la exigencias de una ciudad que crecía y tenía
vida cosmopolita y los intentos de los
últimos años para subsanar ese vacío cultural han fracasado por muchas razones,
pero más por la falta de continuidad administrativa e insólitos caprichos de
algunos gobernantes.
No hay comentarios:
Publicar un comentario