Entre los proyectos de revitalización del Casco
Histórico de Ciudad Bolívar, estaba el de la restructuración de la Calle Bolívar a ver si se le
podía devolver la dignidad e identidad que la caracterizó como una de las
primeras siete calles de la antigua Angostura.
Esta
calle, en un comienzo llamada “Calle de la Laguna”, “Calle de la Iglesia” y finalmente
“Calle Bolívar” porque por ella subió el Libertador en septiembre de 1817 para
sentar las bases del Gobierno Supremo de la República, fue transformada en un Boulevard de acuerdo
con un proyecto presentado al Gobernador Alberto Palazzi (1979-82) por el
arquitecto Natalio Ávila”.
Con miras al Bicentenario del Natalicio del
Libertador, el gobernador Palazzi
decretó el rescate y renovación del centro urbano de la ciudad sobre la
base de un proyecto del Grupo Natalio Ávila, el cual fue objetado por la Asociación de Vecinos
del Casco Histórico, presidida por la antropólogo María Eugenia Villalón y por
el arquitecto Graciano Gasparini, en representación de los entes del estado que
velan por la conservación del patrimonio histórico y artístico de la nación.
La primera etapa abarcaba la restauración de la Plaza Bolívar y 10
inmuebles de interés histórico y arquitectónico, ampliación y remodelación de la Plaza Farreras,
saneamiento de la Laguna
del Porvenir, realización del Centro de las Artes y transformación de la calle
Bolívar en un Boulevard que enlazaría a la Ciudad Antigua con
la moderna. Esta última obra fue la más objetada en consideración a que dividía
el caso e interrumpía la armonía del conjunto arquitectónico.
En l982, el Gobernador Palazzi fue sustituido
por el doctor Alcides Sánchez Negrón, quien declaró al Centro de las Artes y el
Boulevard Bolívar, obras en ejecución, no prioritarias para el Bicentenario del
Natalicio del Libertador y, en tal virtud, el centro fue paralizado y el
Boulevard redimensionado para bajar su costo.
El resultado es ese Bulevar por el cual transitamos con amargura, un
verdadero despropósito, una extravagancia, un adefesio, con escalinatas sobre
una cuesta que de por sí era suave de caminar, con lajas frágiles en las aceras
y piedras amarillas traídas de la Gran
Sabana en el centro
siempre negras por el aceite y humo vehicular.
Al bulevar (quién ha visto bulevar sobre una
pendiente) le colocaron jardineras que no sirvieron sino para que el viandante
arrojara allí desperdicios, y faroles que nunca alumbraron porque el cableado
subterráneo terminó dañado por las correntías pluviales y el tráfico
vehicular. Un tráfico vehicular que
nadie entendió tratándose de un bulevar que significa vía peatonal y de paseo. Los inmuebles que bordean la calle quedaron
sin protección y para evitar eventuales embestidas de autos sin frenos desbocados, le colocaron unos tarugos, es
decir, cilindros cortos y gruesos que contribuyeron a elevar la fealdad del
supuesto paseo, especialmente porque fueron fabricados sin arte ni
gracias. Quizás si los pequeños postes
hubieran imitado el peón, el caballo, la torres y los alfiles del Ajedrez,
habría pasado, pero nada, el Bulevar Bolívar terminó siendo además de
económicamente costoso, un error de
administración imperdonable que distorsiona
la monumentalidad arquitectónica del Casco Histórico. De allí que entre los proyectos concebidos en
función de la revitalización integral del casco, estuviera, sin que hasta ahora
ningún gobierno lo halla ejecutado, la restructuración de la calle Bolívar para
devolverle su dignidad a la vez que su identidad original.
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