viernes, 22 de febrero de 2013

El Casco Histórico Monumento Público Nacional (II)




El centro urbano de Ciudad Bolívar fue declarado en 1976, Monumento Histórico Nacional y su ubicación se la debemos en cierto modo a don José Solano que eligió este sitio hace más de dos centurias y media para que aquí se construyera la capital de la colonial Provincia de Guayana, una ciudad que es única en Venezuela.  Una ciudad, como decía el viajero germano, Frederich Gerstaker en 1868, “literalmente cincelada en las piedras”, o como escribió el historiador bolivarense Manuel Alfredo Rodríguez, “parecida a un pequeño burgo medieval”, o el explorador venezolano Michelena y Rojas “un anfiteatro” debido a su pronunciado declivio, o el escritor y novelista venezolano Rufino Blanco Fombona  “pirámide berroqueña acurrucada  sobre una roca a orillas del famoso río”. 
La escritora Higinia  Bartolomé de Alamo, poeta barquisimetana, esposa del Presidente del Estado Bolívar  en 1933, la encontró parecida a Quintanar de la Sierra (España).  En fin, una ciudad empinada, escalonada como un templo babilónico, con un gran frente de agua y una arquitectura, híbrida tal vez, pero llena de gracia y armonía dentro de una sola línea y volumen.  Una ciudad coronada de azoteas mirando hacia el río, casas espaciosas, grandes ventanales, portales, balcones, herrajes, puertas antiguas, columnas y capiteles de variados estilos.  Una ciudad hecha en el pasado con arte y amor para que fuese heredad y orgullo de las generaciones sucesivas que así lo han comprendido y han querido conservarla como memoria y vivencia.  Sin embargo, el que las generaciones sucesivas lo hayan entendido no ha sido suficiente pues la ciudad que se quiere conservar, proteger y revitalizar,  se ve maltratada, deteriorada, agredida o como bien dice la antropóloga María Eugenia Villalón: “irreconocible”.
¿Qué ha pasado entonces? El casco urbano bolivarense se conservó casi intacto en su estructura o trama urbana hasta el término de los años sesenta. A partir de entonces se inicio un deterioro progresivo de sus inmuebles sucedido de intervenciones con materiales distintos y fuera de contexto que fueron alterando su fisonomía original.  Determinaron el problema la ignorancia municipal con respecto a los valores culturales intrínsecos de la ciudad y, por lo tanto, la falta a tiempo de una ordenanza de protección; el abandono  del casco por familias tradicionales atraídas por las mejores perspectivas de vida que ofrecía la Zona del Hierro de suerte, que las casas abandonadas, arrendadas o vendidas, cayeron en manos de gentes desarraigadas como los árabes, por ejemplo y otros comerciantes foráneos.  Hubo, incluso, comerciantes que las incendiaron para mediante un juego sucio cobrar el Seguro y de paso poder construir locales comerciales nada conforme con el estilo tradicional.
            En 1986 se realizó un diagnóstico del centro urbano y de 1.208 inmuebles censados, solamente quedaba intacto el 16 por ciento de las edificaciones tradicionales.  El 51 por ciento sustituido y el 33 por ciento restante con alteraciones importantes, pero corregibles.
            El trabajo socio – económico reveló una población de casi cinco mil habitantes, los menores de 30 años predominantemente mujeres y nativos de la ciudad, mientras que los habitantes más viejos eran inmigrantes árabes.  Más mujeres que hombres como cabezas de familia y el 40 por ciento de la población económicamente activa trabajando por propia cuenta como el caso de la gran buhonería que al igual que los árabes paulatinamente han ido ocupando el casco.
            Ese diagnóstico se realizó mediante un convenio entre el Instituto Iberoamericano de Cooperación, el Gobierno Regional y la Municipalidad con cara a un proceso de protección, conservación y revitalización dado el valor histórico cultural del centro urbano de  esta ciudad que ostenta el nombre del Libertador de Venezuela y buena parte de la América.
           

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