viernes, 22 de febrero de 2013

El Capitolio (XVII)




La imponente edificación, suerte de fortaleza sobre una cumbre, que los bolivarenses conocieron hasta avanzado el siglo veinte como “El Capitolio” fue proyectado en el siglo diecinueve  por iniciativa del Gobierno de Juan Bautista Dalla Costa como el Hospital San Juan de la Cruz.
La obra ejecutada por el ingeniero polaco Alberto Lutowski quedó inconclusa al morir éste de fiebre amarilla en febrero de 1871.  Pero en 1892 el Presidente del Estado Julio Sarría Hurtado aceleró su terminación para que en la misma se alojaran las tropas enviadas desde Caracas para combatir la sublevación del Mocho Hernández desde la región del Yuruary.
Desde entonces quedó como Cuartel Nacional con el nombre de Capitolio por estar la fortaleza en una colina semejante a la romana.  En 1958 el Cuartel Nacional construyó sus instalaciones propias fuera de la ciudad y el Capitolio aún con sus recias garitas en cada ángulo de la azotea, fue destinado a la Prefectura y Comandancia General de Policía que venía funcionando al lado de la Cárcel Vieja.  Para ello fue necesaria una construcción anexa a El Capitolio.
Dado el programa de protección y revitalización del Casco Histórico de la ciudad, el Gobierno Regional conjuntamente con el Instituto de Cooperación Iberoamericano, hicieron aportes para la restauración del edificio a objeto de destinarlo a un Centro de las Artes, convirtiendo el anexo en un teatro, por cierto semejante al de Bogotá, según el proyecto elaborado por el arquitecto Benítez.
De manera que el Capitolio, aunque en principio se concibió como Hospital, su destino histórico fue siempre el de fortaleza para protección y defensa de la ciudad. Edificado con la técnica y estilo característico del siglo diecinueve, se conservó hasta 1980 con muy escasas intervenciones y tradicionalmente los bolivarenses lo veneran como una joya de valor arquitectónico e histórico que ha debido conservarse y revitalizarse dentro de los cánones universalmente establecidos para la conservación de los monumentos públicos.
            La intervención de que ha sido objeto últimamente El Capitolio en función de un Centro de las Artes, adosado a él un Teatro del proyectista Oscar Tenreiro, malogra gran parte la fisonomía característica de ese inmueble. Al parecer el arquitecto se asesoró mal o su intervención se basa en una investigación socio-histórica bastante pobre. Aunque hay quienes sostienen como la doctora en antropología María Eugenia Villalón, ex presidenta de la Asociación de Vecino del Casco Histórico, que allí lo que está ocurriendo no es problema de ignorancia histórica sino la imposición de un nuevo lenguaje o ensayos modernistas que propugnan el mestizaje arquitectónico.
            Situación bastante penosa, toda vez que la revitalización de Casco Histórico, lo cual ha costado sudor y lágrimas a los bolivarenses, se inició bajo los criterios conservacionistas adoptados en los centros históricos de otras ciudades hispanoamericanas. Haberlo violentado es realmente una desgracia.
            Ciudad Bolívar que fue una de las primeras ciudades de Venezuela que tuvo un Teatro –el Teatro Bolívar- por donde pasaron  grupos artísticos culturales importantes de Europa, en un tiempo en que se desconocía la abundante riqueza del petróleo que se despilfarra hoy, no tiene ahora Teatro porque el legendario Teatro Bolívar fue demolido en 1930 para levantar uno más avenido a la exigencias de una ciudad que crecía y tenía vida cosmopolita y los intentos de  los últimos años para subsanar ese vacío cultural han fracasado por muchas razones, pero más por la falta de continuidad administrativa e insólitos caprichos de algunos gobernantes.

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